Ya lo hemos sugerido, la Ciencia parte de la observación,
o mejor dicho de la observación sistemática; de la entrevista sistemática, de la
definición de problemas, de la abstracción, de la clasificación en tipologías o
taxonomías, la organización de los datos y la búsqueda por una explicación de
los mismos. Pero además, ¿cómo encontrar, para un conjunto determinado de
datos, la teoría que resulte más adecuada a ellos? ¿cómo saber si nuestras
teorías son ciertas o no? En otras
palabras, las bases de lo que hoy llamamos el método científico.
Cualquier observación requiere de conceptos, de definiciones y de
relaciones para poder siquiera expresarse: el lenguaje que utilizamos para
describir algo, aun la experiencia más sencilla, ya está cargado de sentido y
apunta hacia ciertos modelos básicos que nos permiten comprender lo que
percibimos. Pero de allí en adelante se presenta una labor de reflexión y de
sistematización que es imprescindible para lograr captar la realidad con mayor
profundidad.
Lo
importante para un científico es elaborar modelos que se correspondan, lo más
ajustadamente posible, con las percepciones empíricas acumuladas, con todas
ellas, de modo tal que los mismos operen como adecuadas representaciones de la
realidad. De allí la importancia de la verificación, del proceso que permite
confrontar los datos con la teoría para analizar si ésta concuerda con los
fenómenos observados.
De
esas proposiciones teóricas que elaboremos podrán deducirse, consecuencias que
nos lleven a ahondar el conocimiento de los fenómenos, a relacionarlos entre
sí, a prever otros sucesos que ocurrirán si nuestro modelo es válido. En un
proceso de modificaciones sucesivas, es que puede profundizarse en el
conocimiento de las cosas.
La
práctica de la investigación científica se halla ligada casi inseparablemente,
a la ejecución de experimentos. En el
lenguaje cotidiano experimentar significar probar o ensayar una cosa, sentir o
vivir algo en la práctica. En el lenguaje científico un experimento es un
método específico que se utiliza para poner a prueba la validez de una
afirmación o hipótesis. Consiste en generar, artificialmente, los fenómenos que
se desea estudiar para poder observar así, sistemáticamente, el comportamiento
de los objetos. El investigador manipula, en su experimento, los objetos de
estudio, con lo cual tiene la oportunidad de realizar observaciones
sistemáticas y comparativas. La recolección de datos, de este modo, se hace más
activa, pues no se reduce a esperar o escoger las condiciones en que se
produzcan los fenómenos de interés, sino que se basa sobre la producción misma
de lo que se pretende conocer.
Esta manipulación, no se realiza al azar. Se hace de tal manera que permita
poner a prueba la validez y el alcance de los modelos teóricos que el
científico ha elaborado. La preparación previa del experimento y el control sobre
su desarrollo resultan cruciales para que éste tenga real validez como método
de verificación.
Estas características hacen de la experimentación un método más complejo
que las técnicas de recolección y clasificación, su esencia consiste en la
manipulación de los objetos de estudio y en la generación artificial de hechos
en el laboratorio; por lo que su práctica, ha resultado imposible para muchas
otras disciplinas científicas.
Pero
en otras ciencias su valor y su fecundidad difícilmente puedan se exagerados,
por la solidez de los conocimientos que proporciona y por la libertad que
confiere al investigador, no sujeto a lo que la naturaleza quiera mostrarle. Galileo poseía una combinación de talentos muy
renacentista, que lo habilitaba para abrir nuevos derroteros en el campo de la
investigación: no sólo era versado en matemáticas, en filosofía y en las obras
de la antigüedad griega, sino que también aunaba a su razonamiento riguroso y
claro una capacidad y una inclinación indudables hacia el trabajo artesanal, lo
que le permitía confeccionar con sus propias manos los aparatos e instrumentos
que necesitaba para la investigación. Era un teórico agudo, implacable en sus
deducciones, pero no se conformaba con esto: sostenía que era preciso controlar
con la experiencia los resultados del razonamiento. Por eso se dedicó a
experimentar sobre gran variedad de problemas que planteaban las ciencias de su
época, conociéndose sus trabajos sobre el péndulo, la caída de los cuerpos, los
planos inclinados, la resistencia de los materiales y otros muchos temas.
Paralelamente, y para poder observar con más exactitud los fenómenos que
estudiaba, se vio en la necesidad de construir, inventar o desarrollar muchos
de los instrumentos de medición propios de la física, que él mismo creaba en su
taller.
Galileo fue el primero en emplear
el telescopio, un invento de su época, para el estudio sistemático de los
cielos. Puede decirse que fue quien lo incorporó a la práctica de la ciencia,
refutando a los que pensaban que solamente la visión directa, sin
intermediaciones, podía captar la realidad efectiva, desdeñando como juegos sin
valor lo que podía verse a través de espejos y lentes. Frente a eso, el sabio
italiano respondió que la ciencia no podía limitarse a lo que nos ofrecieran
nuestros ojos, probablemente más débiles que los otros animales, como los lobos
o las águilas. Galileo sostuvo, que "ante la imperfección de nuestros
sentidos, el científico tiene la obligación no ya de limitarse a condenar el
conocimiento sensible, sino de crear los medios para hacerlo cada vez más
perfecto". Sus observaciones lo
convencieron de que eran las teorías de Copérnico las que mejor se ajustaban a
las informaciones astronómicas conocidas y a los datos que él mismo recogía a
través del telescopio, teorías que además resultaban corroboradas por los
experimentos que podían hacerse en la Tierra respecto a la física de los
sólidos. Esto lo llevó a una polémica sumamente áspera con las autoridades
eclesiásticas de su tiempo,
No
se puede experimentar si no hay observaciones previas suficientes, si no se han
organizado sistemáticamente los datos, si no se elaboran hipótesis y teorías a
ser verificadas pues, como decíamos, la experimentación es algo más que el
ensayo realizado al azar y sólo alcanza utilidad real cuando se asienta sobre
una teorización previa consistente. Todas esas actividades deben considerarse,
por lo tanto, tan científicas como su corolario, el método experimental.
Deben entenderse, sin
embargo, las razones que en ocasiones llevan a sobrevalorar este método:
mientras una ciencia pueda realizar experimentos tendrá en sus manos la
posibilidad de lograr grandes progresos, pues no se verá obligada a esperar
pasivamente que sucedan los acontecimientos que quiere estudiar; sus teorías se
verán rápidamente sometidas a la prueba de la práctica, de un modo riguroso y
lógicamente estricto, ahorrando interminables discusiones y refutándolas o
perfeccionándolas cuando resulte oportuno.
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